La crítica generalizada que se escuchaba ayer en las calles de toda España era preguntar donde estaban estos sindicatos durante el mandato de Zapatero. La imagen de parcialidad y de sumisión a las subvenciones, fueron claves a la hora de no secundarla. La huelga no ha tenido la fuerza suficiente como para poder derribar la reforma laboral, aunque el gobierno negociará pequeños elementos de la misma para no dar imagen de inmovilista, que ya ha anunciado que la parte troncal no se tocará.
David Conde.30.03.12.
La Huelga General no ha tenido la fuerza necesaria para parar unas reformas que el Gobierno, y lo que es más importante, Europa, consideran imparables. Merkel impresiona más a Rajoy que cualquier piquete, y más si este es de radicales como en Barcelona. Y además, el presidente es consciente de la situación en la que estamos y en que o se toman decisiones, "no soy presidente del Gobierno para que me aplaudan", dijo en su día, o la nave se va a pique.
Tal vez por primera vez no ha habido una guerra de cifras entre los sindicatos y el Gobierno, mientras que la CEOE sólo ha manifestado su deseo de pasar página ante este día y negociar, lo poco que queda por negociar, en una mesa y sin pancartas de por medio. Es la mejor muestra de la poca confianza en que la huelga sirva para algo. Ni cifras, ni amenazas... aunque al final salieron los datos como algo inevitable, y como siempre dispar. Esa calma chicha en los rostros de todos los protagonistas de la jornada es la mejor muestra de que lo que se ha percibido en esta Huelga ha sido una protesta obligada. Nadie, a tenor de lo que se ha visto y oído, tenía ganas de hacerla ni la veía frutos a corto plazo. Ni siquiera la gente, que tiene asumido que el país no está para bromas. La gente lo que quiere son soluciones. Cifras dispersas, pues, y pocas razones para pensar que esta Huelga General será recordada como un éxito o un logro.
Los ciudadanos que han querido ir a sus negocios hoy no están para muchas pancartas. Lo que quieren son cambios. Y que funcionen. De eso dependerá el éxito del Gobierno de Rajoy. Quedarse quieto no le sirve. Ha decidido actuar. Las letras no negocian ni dialogan. Y la gente le valorará en cuatro años por lo que haya mejorado el país... y su vida.
Se ha visto mucho durante todo el día ese abrir y cerrar negocios mientras el piquete iba y venía, sobre todo entre las grandes superficies. Pero los autónomos, los taxistas y la gente que depende de su negocio ha querido trabajar. Porque no hacerlo es hoy un lujo. Los sindicatos han querido subrayar que esta no ha sido una reforma contra los parados, sino por los trabajadores y contra un decreto ley que nos conduce a seis millones de parados. Lo que también saben ellos mejor que nadie es que pocas hojas se movieron cuando la cifra sobrepasó los cinco. Y eso la gente tampoco lo olvida. Hora es también de que los sindicatos sepan que todos tenemos que cambiar, 'reformarnos' si no queremos perecer. Incluido ellos.
Y vayamos a las cifras. Las que no deberían haberse dado pese a que el día ha sido una muestra de calma y civismo, salvo en una Barcelona que tiene un serio problema. 116 heridos (70 de ellos policías), 176 detenidos y un consumo eléctrico similar al de la fallida huelga contra Zapatero, que tampoco cambió sus ideas pese a que los sindicatos salieron a la calle. Dos sectores, la construcción y la automoción han secundado claramente la huelga, de forma mayoritaria. La fortaleza de los sindicatos ha quedado clara en el País Vasco, donde hasta la Patronal ha calificado el paro de éxito. Cuestión de historia. Madrid, con toda su resonancia ha impactado menos que en otras ocasiones, pero la gente de a pie no se ha volcado. Está molesta, tiene motivos, pero sabe que aunque le pese, aunque no entienda qué ha pasado en este país que era rico, hay que arrimar el hombro. Que los sindicatos hablen de un 77% de seguimiento, y la CEOE de un 15% es anecdótico. Tanto como que los sindicatos hablen de "éxito" y el Gobierno de "impacto muy moderado".
Pocos se han creído la utilidad de esta huelga, como pocos se creen que los eslóganes tipo 'Mariano, no llegas al verano', o 'violencia total, robáis casa y pan, rebelión contra la esclavitud' sean del todo ciertos. El Gobierno sale fortalecido de la Huelga porque no ha percibido que sus planes se puedan ir al traste: "la parte troncal de la reforma no se va a tocar", ha manifestado la ministra de Trabajo. No queda otra. Merkel nos mira. Y no lo va a consentir. Y Europa, hoy, es la que paga. Además, el Gobierno cree en lo que hace y está convencido de que es lo que hoy necesita el país para poder seguir adelante. Para resistir el envite que le espera. Son muchos los que, incluso, piden a Rajoy ir más allá en las reformas. Como buen moderado llegará hasta donde le sea políticamente posible pero no cederá. Y si tiene que hacer reformas más drásticas, las hará.
Y queda el lado oscuro de esta Huelga General. La imagen que nos traslada a Grecia, la imagen que nos lleva al vandalismo. Y esa imagen hace tiempo que siempre llega del mismo sitio: Barcelona. Vídeos de gente apaleando a otros ciudadanos, rompiendo comercios, pegando a otros ciudadanos, quemando centenares de contenedores, entrando como salvajes en zonas públicas que luego habrá que pagar entre todos, no han otorgado ni otorgarán nunca legitimidad alguna. Sólo la mueca del que fue a su trabajo y se lo encontró destrozado, y el desprecio de quienes luchando toda una vida por defender los derechos de los trabajadores se ven comparados y metidos en el mismo saco que esos vándalos. La Huelga es un derecho; el vandalismo, nunca lo ha sido.
Los sindicatos han señalado que no van a parar hasta tumbar esta reforma laboral, pero que están dispuestos a negociar. La CEOE y el Gobierno también. Ojalá sea cierto, pero lo que ahora nos esperan son los presupuestos generales más restrictivos de nuestra historia. Las cifras no cuadran, pero no en esta Huelga General, sino en un país que necesita mucho oxígeno, mucho estar junto al otro y mucha unidad y trabajo. Justo lo que no hay. La huelga ha acabado. ¿Y ahora qué?
La Huelga General no ha tenido la fuerza necesaria para parar unas reformas que el Gobierno, y lo que es más importante, Europa, consideran imparables. Merkel impresiona más a Rajoy que cualquier piquete, y más si este es de radicales como en Barcelona. Y además, el presidente es consciente de la situación en la que estamos y en que o se toman decisiones, "no soy presidente del Gobierno para que me aplaudan", dijo en su día, o la nave se va a pique.
Tal vez por primera vez no ha habido una guerra de cifras entre los sindicatos y el Gobierno, mientras que la CEOE sólo ha manifestado su deseo de pasar página ante este día y negociar, lo poco que queda por negociar, en una mesa y sin pancartas de por medio. Es la mejor muestra de la poca confianza en que la huelga sirva para algo. Ni cifras, ni amenazas... aunque al final salieron los datos como algo inevitable, y como siempre dispar. Esa calma chicha en los rostros de todos los protagonistas de la jornada es la mejor muestra de que lo que se ha percibido en esta Huelga ha sido una protesta obligada. Nadie, a tenor de lo que se ha visto y oído, tenía ganas de hacerla ni la veía frutos a corto plazo. Ni siquiera la gente, que tiene asumido que el país no está para bromas. La gente lo que quiere son soluciones. Cifras dispersas, pues, y pocas razones para pensar que esta Huelga General será recordada como un éxito o un logro.
Los ciudadanos que han querido ir a sus negocios hoy no están para muchas pancartas. Lo que quieren son cambios. Y que funcionen. De eso dependerá el éxito del Gobierno de Rajoy. Quedarse quieto no le sirve. Ha decidido actuar. Las letras no negocian ni dialogan. Y la gente le valorará en cuatro años por lo que haya mejorado el país... y su vida.
Se ha visto mucho durante todo el día ese abrir y cerrar negocios mientras el piquete iba y venía, sobre todo entre las grandes superficies. Pero los autónomos, los taxistas y la gente que depende de su negocio ha querido trabajar. Porque no hacerlo es hoy un lujo. Los sindicatos han querido subrayar que esta no ha sido una reforma contra los parados, sino por los trabajadores y contra un decreto ley que nos conduce a seis millones de parados. Lo que también saben ellos mejor que nadie es que pocas hojas se movieron cuando la cifra sobrepasó los cinco. Y eso la gente tampoco lo olvida. Hora es también de que los sindicatos sepan que todos tenemos que cambiar, 'reformarnos' si no queremos perecer. Incluido ellos.
Y vayamos a las cifras. Las que no deberían haberse dado pese a que el día ha sido una muestra de calma y civismo, salvo en una Barcelona que tiene un serio problema. 116 heridos (70 de ellos policías), 176 detenidos y un consumo eléctrico similar al de la fallida huelga contra Zapatero, que tampoco cambió sus ideas pese a que los sindicatos salieron a la calle. Dos sectores, la construcción y la automoción han secundado claramente la huelga, de forma mayoritaria. La fortaleza de los sindicatos ha quedado clara en el País Vasco, donde hasta la Patronal ha calificado el paro de éxito. Cuestión de historia. Madrid, con toda su resonancia ha impactado menos que en otras ocasiones, pero la gente de a pie no se ha volcado. Está molesta, tiene motivos, pero sabe que aunque le pese, aunque no entienda qué ha pasado en este país que era rico, hay que arrimar el hombro. Que los sindicatos hablen de un 77% de seguimiento, y la CEOE de un 15% es anecdótico. Tanto como que los sindicatos hablen de "éxito" y el Gobierno de "impacto muy moderado".
Pocos se han creído la utilidad de esta huelga, como pocos se creen que los eslóganes tipo 'Mariano, no llegas al verano', o 'violencia total, robáis casa y pan, rebelión contra la esclavitud' sean del todo ciertos. El Gobierno sale fortalecido de la Huelga porque no ha percibido que sus planes se puedan ir al traste: "la parte troncal de la reforma no se va a tocar", ha manifestado la ministra de Trabajo. No queda otra. Merkel nos mira. Y no lo va a consentir. Y Europa, hoy, es la que paga. Además, el Gobierno cree en lo que hace y está convencido de que es lo que hoy necesita el país para poder seguir adelante. Para resistir el envite que le espera. Son muchos los que, incluso, piden a Rajoy ir más allá en las reformas. Como buen moderado llegará hasta donde le sea políticamente posible pero no cederá. Y si tiene que hacer reformas más drásticas, las hará.
Y queda el lado oscuro de esta Huelga General. La imagen que nos traslada a Grecia, la imagen que nos lleva al vandalismo. Y esa imagen hace tiempo que siempre llega del mismo sitio: Barcelona. Vídeos de gente apaleando a otros ciudadanos, rompiendo comercios, pegando a otros ciudadanos, quemando centenares de contenedores, entrando como salvajes en zonas públicas que luego habrá que pagar entre todos, no han otorgado ni otorgarán nunca legitimidad alguna. Sólo la mueca del que fue a su trabajo y se lo encontró destrozado, y el desprecio de quienes luchando toda una vida por defender los derechos de los trabajadores se ven comparados y metidos en el mismo saco que esos vándalos. La Huelga es un derecho; el vandalismo, nunca lo ha sido.
Los sindicatos han señalado que no van a parar hasta tumbar esta reforma laboral, pero que están dispuestos a negociar. La CEOE y el Gobierno también. Ojalá sea cierto, pero lo que ahora nos esperan son los presupuestos generales más restrictivos de nuestra historia. Las cifras no cuadran, pero no en esta Huelga General, sino en un país que necesita mucho oxígeno, mucho estar junto al otro y mucha unidad y trabajo. Justo lo que no hay. La huelga ha acabado. ¿Y ahora qué?